Ermitas de Cuenca
Ermitas desaparecidas de Cuenca.
Cuenca tuvo las Ermitas
siguientes: Dentro del casco urbano, la ermita de San Pantaleón
o iglesia de San
Juan de Letrán, de la que todavia quedan restos y la de Nuestra
Señora de la Esperanza.
Fuera del casco urbano: El Rey de
la Majestad ó La Ascensión del Señor, enfrente de
la parroquia de San Juan
Bautista.
San Sebastián.
San Roque, estuvo cerca del
Barrio Argelillo, por la plaza de toros, y sirvió de
enterramiento a los
ajusticiados.
Nuestra Señora del
Buen Suceso, estuvo entre las de La Virgen de la Cabeza y San Roque.
Nuestra Señora del
Socorro, sobre el cerro de éste nombre.
San Bartolomé,
estuvo debajo de la huerta de los Descalzos, y sobre el puente de
Carballido.
Nuestra Señora de
las Angustias, de arriba. En el principio de la división los
caminos de San Gerónimo y de Buenache de la Sierra.
San Gerónimo, sobre
la hoz del Huécar.
San Cristóbal,
estuvo sobre la cresta del cerro, a que dió nombre y encima del
castillo.
San Juan de Ribera, en la
margen izquierda del Júcar. Entre unas deliciosas huertas, y
debajo de la titulada
de Uña.
Nuestra Señora del
Carmen, generalmente El Carmen viejo, estuvo contigua al puente que hay
sobre el cauce del
molino de la Noguera.
Santa Ana, estuvo entre el
edificio que lleva su nombre y la titulada Casa Blanca.
Santa Isabel, estuvo
cercana a Cuenca, sobre un cerrillo, en el camino de la Mancha. Su
nombre lo
conserva un torrente o rambla que hay antes
de llegar a la fuente del Sol.
Nuestra Señora de la
Estrella, a tres cuartos de hora de ésta ciudad, en el camino de
la Mancha.
Nuestra Señora del
Puente, ó de San Antonio Abad.
San Jorge, contigua a la
anterior.
Nuestra Señora de
Belén, estuvo entre la alcantarilla de las alfaharerias y la que
hay más allá.
Todos éstos
santuarios fueron muy concurridos por la piedad conquense, que con sus
limosnas los
reparaba y sostenía, hasta
principios del siglo XVIII. Más acaeciendo la guerra de
sucesión y
apoderándose de esta ciudad en 11 de
agosto de 1706, después de un bombardeo, el teniente general inglés Hugo Wiliham, auxiliar del
Archiduque Carlos, sus tropas compuestas de herejes protestantes, ocupando las ermitas de las eminencias
como punto de observación y de avanzada, las profanaron y destrozaron. Reparadas algunas
después del triunfo de Felipe V, la profanación y
destrucción se repitió en mayor escala, con igual pretexto, por
las tropas de Napoleón I, a principios de este siglo.
Tomado del libro: "Noticias
de todos los Señores Obispos que han regido la Diócesis
de Cuenca". de Trifón
Muñoz y Soliva.